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Sartre

Sartre y el Existencialismo

a)      Breve reseña del autor:

 Jean- Paul Sartre (1905-1980), filósofo, dramaturgo, novelista y periodista político francés, uno de los principales representantes del existencialismo. Fue profesor de Filosofía en varios liceos desde 1929 hasta el comienzo de la II Guerra Mundial, momento en que se incorporó al Ejército. Desde 1940 hasta 1941 fue prisionero de los alemanes; después de su puesta en libertad, dio clases en Neuilly (Francia) y más tarde en París, y colaboró con la Resistencia francesa. Sus obras principales son “El ser y la nada”, “El existencialismo es un humanismo”, “Las moscas” y “La nausea”.

 b)      “El existencialismo es un humanismo”:

Sartre comienza su escrito declarando que en todos los objetos fabricados por el hombre (un lápiz, una mesa, un libro, etc.), la esencia precede a la existencia. ¿Por qué? Por un motivo muy simple: estos objetos tienen siempre una utilidad definida. El fabricante o artesano primero lo concibe (le da su esencia, a saber, aquello que lo define, o lo distingue de otra cosa) y luego le otorga la existencia.

Ahora bien, es evidente la esencia precede a la existencia sólo si ese objeto ha sido fabricado o creado por alguien que primero lo concibió y que luego le otorgó la existencia. Tarea que a lo largo de la historia fue atribuida a Dios. Tesis que, según Sartre, está errada. Él afirma que la existencia precede a la esencia, es decir, que “el hombre empieza por existir, se encuentra, surge en el mundo y después se define… Así pues, no hay una naturaleza humana, porque no hay Dios para concebirla”. El hombre es el único que no sólo es tal como él se concibe, sino tal y como él se quiere, y como se concibe después de la existencia… El hombre no es otra cosa que lo que él se hace…”

Lo único que caracteriza al hombre reside, entonces, en su ser, en su proyecto. Esto no debe entenderse como un proyectar ser algo, sino como un querer algo, porque querer indica una decisión consciente y posterior que supone y explica ese proyecto previo. Así, por ejemplo, si queremos viajar o queremos casarnos, sabemos que hay en juego una elección, un proyecto más radical que implica todo un modelo de vida.

Así pues, si la existencia precede a la esencia, “el hombre es responsable de lo que es”. El primer paso del existencialismo es poner a todo hombre en posesión de lo que es y asentar sobre él la responsabilidad total de su existencia. Y cuando decimos que el hombre es responsable de sí mismo, no queremos decir que el hombre es responsable de su estricta individualidad, sino que es responsable de todos los hombres. ¿Cómo puede ser esto posible? Muy simple, porque no hay ninguno de nuestro actos que al crear el hombre que queremos ser, no cree al mismo tiempo un imagen de hombre tal cual lo imaginamos. Lo que a Sartre le importa resaltar es que no hablamos aquí de ¿qué ocurre si obro de tal o cual manera?, sino más bien, ¿qué ocurre si todo el mundo obrase como yo?

El hombre no puede escapar al sentimiento de su total y profunda responsabilidad. Cada vez que actuamos y elegimos pareciera como si toda la humanidad nos mirase fijamente. Sin embargo, para Sartre no hay determinismo alguno: el hombre el libre, es libertad. Así, si Dios no existe, estamos solos y sin excusas, y es por ello que se puede decir que “el hombre está condenado a ser libre”: el hombre está condenado porque no se dio a si mismo la existencia, pero es libre porque es el único responsable de lo que hace. El hombre está condenado a elegirse constantemente, y en su elección están todos los humanos involucrados.

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