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Utilitarismo

Utilitarismo

 

Durante el siglo XVIII se desarrolló en los países de Europa, principalmente en Gran Bretaña, la Revolución Industrial, razón por la cual se desarrollaron aceleradamente la producción y la riqueza de estos países. Estos cambios económicos tuvieron efectos transformadores en todos los ámbitos de la vida social y cultural, incluyendo los valores morales y su fundamentación ética. Algunos moralistas como Jeremy Bentham (1748 -1832) y James Mill (1773 -1826), trataron de comprender los cambios que se estaban produciendo, postulando una teoría ética nueva: el utilitarismo.

 

Se puede decir que los utilitaristas estaban inspirados en:

 

– El empirismo: corriente filosófica moderna según la cual la experiencia es causa y fuente de conocimiento, es decir, el conocimiento es adquirido por vía de la sensibilidad. Opuesto al empirismo es el racionalismo, representado por pensadores como el francés René Descartes. Los racionalistas afirman que la mente es capaz de reconocer la realidad mediante su capacidad para razonar, una facultad que existe independiente de la experiencia sensible.

–    El liberalismo político sostiene que los derechos individuales (el derecho a la vida, las libertades, la propiedad privada, etc.) deben ser preservados a toda costa. Además sostiene que hay un área del individuo en la cual la sociedad no tiene injerencia,  y que en ella el individuo es libre. Por ello, para esta corriente, el poder del Estado se debía reducir a las funciones de: administración de justicia, defensa del territorio, educación, salubridad y, expresamente, no debía intervenir en cuestiones religiosas.

–    El liberalismo económico al igual que el liberalismo político, nos dice que el poder político no debe intervenir en cuestiones económicas. Estas deben regirse por la ley de la oferta y la demanda, en un mercado libre de regulaciones del poder estatal y de la acción de monopolios o corporaciones privadas poderosas capaces de dominar el mercado. Aunque en principio liberalismo político y liberalismo económico puede considerarse complementarios, para el primero es la persona la que debe ser protegida, mientras que para el segundo los derechos fundamentales corresponden a la propiedad privada.

 

Es dentro de este contexto en donde encontramos a nuestros pensadores, a saber, Jeremy Bentham y James Mill.

 

Bentham enunció por primera vez el principio fundamental de la escuela: “la mayor felicidad para el mayor número”. Pero Mill, años más tarde, agregó qué se debe entender por felicidad: una existencia integrada por momentos de exaltación, dolores escasos y transitorios y muchos y varios placeres, con predominio de los activos sobre los pasivos. Así que no se confundan, ‘felicidad’ significa para los utilitaristas algo muy diferente que para Aristóteles: ella es aquí sólo placer y ausencia de dolor. Se trata de una concepción de felicidad de tipo burgués, antirromántica.

 

Es decir, los utilitaristas sostienen que el fundamento de la moral es el principio de mayor felicidad o utilidad, según el cual las acciones son buenas o correctas en la medida en que tienden a promover la felicidad, y son malas o incorrectas en cuanto tienden a producir lo contrario a la felicidad. Así el utilitarismo identifica lo bueno con lo útil. Mas lo útil no es un fin en sí mismo: él siempre está en función de otra cosa.

 

Además, el utilitarista está dispuesto a admitir que el fin justifica los medios cuando:

  1. El bien del fin supera la suma total de males que los medios provocan.
  2. El fin debe alcanzarse, es decir, no debe haber errores.
  3. El fin no puede obtenerse por otros medios.

 

Ahora bien, de acuerdo con este principio, una acción moralmente buena es aquella que tiende a producir mayor felicidad o según el caso, menor infelicidad, no para el sujeto que obra, sino para todos los seres humanos. Es decir, que no existe algo bueno o malo en sí mismo, sino que algo es bueno o malo en cuanto aumente la felicidad de los individuos o no.

 

El utilitarismo considera que las reglas morales del tipo “no matarás”, etc. deben valer como reglas indicativas, normalmente son útiles y es bueno seguirlas, pero pueden darse excepciones en donde la aplicación de la regla en un determinado caso provoca consecuencias infelices.  El utilitarista no está dispuesto a respetar la norma con independencia de las consecuencias. No obstante hay situaciones en las cuales es muy difícil aplicar este criterio, pues uno no puede prever todas las consecuencias posibles de nuestras acciones.

 

Aunque el utilitarista se desentiende de las motivaciones que llevan a los actos, juzga que los mejores motivos son aquellos que llevan de un modo más regular a mejores acciones y que peores motivos son los que llevan menos frecuentemente a buenas acciones.

 

 

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